Tenía una mirada enigmática, que parecía querer decir muchas cosas, al contrario que su boca, casi sellada por generaciones enteras de comunicación telepática. Los labios eran sólo un vestigio moribundo de una forma de comunicación arcaica e inútil.
El cráneo de los Radianos está muy desarrollado. Los filamentos que albergan un complejo sistema neuronal sobresalen de éste y son trenzados con formas geométricas.
Monalisa vivía encerrada y por lo tanto su piel era casi translúcida y muy delicada. Dejaba entrever los líquidos que fluyen entre los órganos vitales y su dermis, que fluían lentamente como en una de esas lámparas de lava que venden en los bazares chinos.
El rey de los Radianos se avergonzaba de la extrema belleza de su hija, pues en una sociedad en la que se valora la fealdad y la asimetría facial, tal y como hacen los Radianos, tener una hija con unas facciones tan armoniosas y simétricas puede representar un gran peligro para el poder y una vergüenza inasumible.
Aún así, el rey me pidió telepáticamente que retratara a su hija Monalisa. Y así lo hice.
Acrílico sobre papel. 29x42 |
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